Votar: El momento justo es ahora

OPINIÓN. Existía un tiempo donde los altos cargos eran intocables. Reyes, políticos, sacerdotes, personas con una responsabilidad social “superior” al de las simples clases trabajadoras, se creían seres sagrados, a los que no podíamos contradecir. La razón era suya y punto. El surgimiento de la Democracia en Grecia, gracias a una sociedad que estimulaba los debates y las deliberaciones públicas, supuso un punto de inflexión a esa manera de obedecer sin más.

Pero ni estamos en Grecia ni esto es el siglo V a.C. Esta necesidad y posibilidad de debate de la que hacemos gala en la actualidad permite eso mismo, discutir sobre aquello que consideremos justo o injusto, pedir explicaciones cuando sea necesario o preguntar el porqué de una causa. ¿Qué sucede? Que comenzamos a participar en el debate exclusivamente cuando los problemas nos tocan, cuando vemos que nos pueden perjudicar. Somos una sociedad interesada. Aunque sí, vale, no todo es culpa nuestra. El sistema precisamente no ayuda a estimular este ámbito, más bien al contrario, y es lo que gran cantidad de personas utilizan como argumento para no ir a votar.

Bah, para qué, si son todos unos ladrones…”, quizás sea el argumento más repetido cuando se acerca el día de las elecciones y preguntamos por qué no van a participar. Indiferencia, descontento, enfermedad… la heterogeneidad del grupo  hace imposible realizar un análisis de la causa de su abstención. Pero lo que sí podemos determinar es que son individuos que después, cuando se destape una (o dos, o tres, o cientas…) trama de delitos en la que prácticamente todos los miembros de un partido estén imputados, cuando se produzca un ERE fraudulento, cuando políticos de todo bando y color se encuentren “investigados” (como les gusta que se denomine ahora) por corrupción, será ese momento en el que dichos abstencionistas cambien el discurso y digan, o mejor dicho. Piensen para sí mismos: “Hay que joderse con estos delincuentes… ¡Les teníamos que echar a todos!“.

Y es ahí. Ese principio de actitud revolucionaria es el que hay que sacar a relucir cuando se acerca el día de introducir la cartita en la urna. Porque es ese acto el mejor que tenemos para cambiar la situación. De poner un poco de esperanza en aquellos en los que creemos que no nos van a fallar, que van a mirar más por nosotros. O, al menos, en esos que consideramos que no son tan malos como el resto. Porque, a fin de cuentas, la política es eso. Estamos ante las puertas del mayor cambio político de nuestro país desde la Transición. En aquellas primeras elecciones democráticas de 1977 tras la muerte del dictador, todas las fuerzas políticas de nuestro país pidieron al pueblo que votase para decidir su futuro. Más de cuarenta años después, la situación se repite. España ha vivido unos últimos tiempos, cuanto menos, duros, y en las manos de los ciudadanos está elegir su rumbo en los años venideros. El próximo 24 de mayo acudan a las urnas, sin miedo, sin pesadumbre, pero acudan. Voten. Voten azul, rojo o amarillo, pero voten.

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